martes, 22 de enero de 2008

LOS MARAVILLOSOS AÑOS 80


Hoy quiero hacer un poco de memoria y volver a "aquellos maravillosos años de nuestra niñez", de los que tengo muy buen recuerdo y en los que tuve la suerte de pasar en un lugar donde éramos libres para correr y estar todo el día en la calle.
“Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o a polis y cacos y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados en color”
“Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween, cuando todavía se podía repetir curso, los últimos en hacer BUP y COU.”
“Aprendimos a programar el vídeo antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre. Somos la generación de Espinete, Don Pimpon y Chema el panadero farlopero. Los que recordamos a Enrique del Pozo cantando con Ana (abuelito dime tú…) Los mundos de Yupi y las pesetas rubias. Nos emocionamos con superman, ET o En busca del Arca Perdida. Comíamos Phosquitos y los Tigretones eran lo mejor, aunque aquello que empezaba (algo llamado Bollycao) no estaba del todo mal. Somos la generación del “El coche fantástico”"
“La última generación que verá a su padre poner la baca del coche hasta el culo de maletas para ir de vacaciones. Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sin sillitas especiales y sin air-bags, hacíamos viajes de más de 3 horas sin descanso, con cinco personas en el coche y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerras de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y todos contentos. Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ¡ruedas! Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no eramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas y latas de refrescos y nadie se contagio de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el colé. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente (o los mas afortunados con Orión) Y ligábamos con las niñ@s jugando a beso, verdad y atrevimiento o al conejo de la suerte, no en un chat. Eramos responsables de nuestras acciones y acarreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas. Tuvimos libertad, fracaso, respeto, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.”

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