martes, 14 de febrero de 2023

DEJAR DE SENTIR

Salgo de trabajar y decido sentarme en la terraza de una cafetería en el centro de la ciudad. Asombrosamente el ambiente está muy tranquilo y el sol, que por fin se ha dignado a aparecer después de casi tres meses sin verlo, me calienta la cara. Cierro los ojos mientras saboreo un sorbo del café que estoy tomando y siento los rayos del sol calentando mi piel. Por un instante sonrío, solo por un solo instante, luego la sonrisa se me congela en los labios antes de desaparecer.

Vuelvo a abrir los ojos y el mundo sigue girando ajeno a mí, observo a las personas que pasan por delante de la terraza andando tranquilas y distraídas, cada una con su vida y su propia historia, enfrascadas en sus pensamientos y sus quehaceres diarios. Mis ojos se detienen en un hombre de mediana edad que camina rápidamente y  lleva un gran ramo de rosas rojas entre los brazos, me fijo en su mano izquierda y compruebo que lleva un anillo de casado, me pregunto si el ramo que lleva será para su mujer o para su amante. No puedo evitar ese pensamiento y me entristece, antes no hubiera pensado algo así, antes, cuando yo aún era yo. 

De repente sin querer mis ojos se desvían hacia la parada de taxis que está justo al lado de la cafetería donde me encuentro,  los taxistas parecen estar aburridos sin mucho trabajo, apenas hay gente por la calle y hace buen tiempo, la mayoría de ellos están mirando su móvil, absortos con ellos, ajenos al mundo exterior, ajenos a mí. 

Un relámpago me atraviesa el pecho y vuelvo a cerrar fuerte los ojos, no quiero ver a los taxistas, las lágrimas se me atragantan en el pecho y pienso en ti. 

En el huracán que llegó a mi vida sin avisar para llevarse todo por delante y después desaparecer sin dejar rastro. Ni siquiera ha quedado rastro de mí misma, ni de mi sombra, ya no quedan ni siquiera rastro de mis cenizas. Ya no queda nada de mí. Te has llevado todo. Ya no queda nada.

Aprieto fuerte los párpados pero no puedo evitar que una lágrima se me escape rabiosa deslizándose por mí mejilla sin piedad. Tenso fuerte los labios para sofocar el grito que pugna por salir de mis entrañas, la respiración se me entrecorta, el llanto contenido me quema la garganta, el dolor se debe estar reflejar en todo mi cuerpo. No puedo disimular siempre.

Un albañil que está almorzando en la mesa de al lado y al que he visto cuándo me he sentado en mi mesa me pregunta si estoy bien. Asiento con la cabeza sin abrir los ojos. 

- Sí - le contesto en un susurro - estaré bien. 

Porque es la verdad pese al dolor, porque es la verdad pese al recuerdo, porque es la verdad pese a la herida, porque es la verdad pese al nudo en la garganta que se me está haciendo bola y amenaza con estallar en sollozos inconsolables. 

Porque es la verdad pese a estar rota por dentro. Porque en este instante me acabo de dar cuenta de que empiezo a aceptar la realidad y al hacerlo empiezo a perdonarme, a tener piedad de mi misma.

Abro los ojos y respiro profundamente, el albañil me mira de reojo pero ha debido comprender que hay cosas que no pueden resolverse más que por uno mismo y no dice nada. 

Termino de un trago el café que se me ha quedado frío y me levanto de la mesa, me abotono bien el abrigo porque de repente el frío se apodera de mí y me siento congelada, comienzo a caminar sin rumbo fijo, supongo que hacía mi destino, sea cual sea, porque yo ya no sé nada, porque yo ya no sé ni quién soy,  porque el castillo en el aire que había construido se ha derrumbado y ya no quedan ni los escombros, en su lugar solo queda ruina y desolación, ya no queda nada de él, ni siquiera podrán volver a florecer los eguzkilores a los que tanto amé. El solar está completamente muerto, como yo. 

¿ Se puede caminar estando muerta por dentro ? Parece que sí.

¿ Cuántos errores tenemos que cometer en la vida para aprender una lección ? y cuando aprendemos esa lección ¿ Cómo es posible que la lección que nos viene a continuación sea aún más dura y más cruel ? 

Sé que todo es un aprendizaje y como bien dijo Borges " uno aprende y aprende, y con cada día uno aprende..." 

Pero he de reconocer que hoy estoy muy cansada de aprender, más que cansada estoy agotada, completamente extenuada, ya no puedo más. 

Solo quiero parar, respirar, tumbarme en una esquina y llorar todas las lágrimas del mundo hasta quedarme vacía.

Hay días en los que no pido nada más que dejar de sentir. Un botón que apague los sentimientos. 

Dejar de pensar . Dejar de sentir. Poder olvidarte. 

1 comentario:

Fackel dijo...

Los sentimientos son una energía latente, como cualquier otra energía. De vez en cuando si la energía no fluye bien hay que revisar los sistemas. No sé, la calefacción, las lámparas, el revestimiento de una vivienda o simplemente al otro humano cercano que ya no fluye como necesitamos. Pero nunca negar el poder de los sentimientos; solo encauzarlos. Como la energía.