miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un día cualquiera

Sentada frente al mar los pensamientos surcan mi mente. Escribo tu nombre en la arena y pienso en las ganas que tengo de volver a verte, de sentirte a mi lado, de abrazarte.
Una pareja de ancianos distrae mi atención. Van cogidos de la mano, paseando tranquilamente por la orilla del agua.
De repente a ella se le cae el sombrero que lleva puesto, la brisa hace que se aleje volando unos metros de donde se encuentran. El anciano, despacito, va a recogerlo, se agacha con dificultad y lo recupera.
Se acerca a la anciana y se lo pone en la cabeza de nuevo con todo el cariño del mundo. Ella sonríe con una de esas sonrisas que iluminan un día nublado, él la besa en la mejilla y la mira como si la viera por primera vez el día que se enamoro de ella.
Vuelven a tomarse de la mano y siguen caminando despacito por la orilla del mar, ajenos a todo. Felices el uno con el otro, disfrutando de la compañía de la persona a la que amas.
Los observo hasta que desaparecen de mi vista. Y sonrío. Me invade una especie de calma y de sosiego.
Me imagino a mi misma cogida de la mano del hombre al que amo dentro de muchos, muchos años, paseando por la orilla de una playa cualquiera, un día cualquiera, imaginando que me mira como me mira ahora, como le miro yo a él ahora, como se miraban esos ancianos hace un segundo.
Y vuelvo a sonreir de nuevo. Sé que así será.

2 comentarios:

jesus dijo...

qué bonito blog, enhorabuena!

Anónimo dijo...

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