miércoles, 10 de junio de 2009

La verdadera historia de la manzana de Blancanieves


Decía Saramago que un buen ciudadano es un ciudadano preguntón: y esto porqué, quién lo decide, con qué dinero se pagará… Pues seré buen ciudadano, quién sabe, desde luego preguntón soy. Cuando me cuentan el cuento de Blancanieves, me quedo pensativo y me pregunto: ¿de dónde saldrá esa manzana roja y reluciente, y cómo es que el Carrefour me la ofrece en bandeja?
Para algunas personas preguntonas es lo más llamativo del cuento, que esa manzana, su modelo, se haya convertido en el prototipo de manzana universal. A algunas les interesará el cuento como reflejo de arquetipos sexistas o como relato mítico, a otras nos interesa también la manzana y su historia, y hoy voy a desvelarla.
Los antecedentes premanzánicos no nos incumben en este texto, recordar si acaso que Blancanieves era albina, su madrastra discutía con un espejo, los siete enanitos para los pitufos eran siete gigantes y el príncipe como sabemos aparece al final del cuento sin que nadie lo llame y cuando todo el mundo duerme. Vayamos al momento cumbre en el que la madrastra disfrazada de viejita le ofrece a Blancanieves una manzana, la verdadera protagonista de nuestra historia. Vayamos pues con ella.
Naturalmente, la bruja/madrastra no la fabricó, fue a comprarla directamente a una gran superficie. Aquí los autores no se ponen de acuerdo de si fue en AlCampo, Carrefour o Eroski, en cualquier caso da lo mismo porque representan lo mismo. La gran superficie comercial se la compró en cantidades industriales a distribuidores filiales de un gran multinacional agroalimentaria. Por su puesto, no tuvo que envenenarla, ya venía así de fábrica. En la piel de una manzana convencional pueden encontrarse hasta 35 sustancias químicas de síntesis diferentes, un cóctel de pesticidas tóxicos. Pero eso sólo era parte del proceso.
Se trataba de una variedad comercial, patentada por otra multinacional. Ésta, como otras variedades comerciales han desplazado a infinidad de variedades locales, lo que ha supuesto la principal merma de calidad nutricional en los alimentos frescos en los últimos 50 años según la FAO. Esto es debido a que en la opción comercial por las semillas y variedades patentadas (no necesariamente transgénicas) priman propiedades como la resistencia al almacenaje en frío, la forma y apariencia requerida, pudrición aparente retardada, sobre otras propiedades como sabor y presencia de nutrientes. Pero sigamos con la manzana y su historia.
Se plantó en Chile, a miles de kilómetros del barrio de Bancanieves. Para su desarrollo se usaron todo tipo de agroquímicos, fertilizantes nitrogenados, mezclas de pesticidas, y herbicidas como el Rundup (un derivado del agente naranja antivietnamita). Ese proceso consumió mucha agua, y también petróleo: se estima que para producir una tonelada de fertilizante rico en nitrógeno se consumen cinco toneladas de petróleo.
Se recolectó verde, un color poco atractivo comparado con el rojo brillante que ilumina la estantería del súper. Su recolección fue temprana, pero no hay problema: la industria agroalimentaria, el brujo proveedor de manzanas para la madrastra, hace milagros. Para que no se pudra pronto la bañaron en una solución fungicida. Después directa a la cámara frigorífica. Allí estuvo durante meses esperando el mejor momento para colocarla en el mercado. Los especialistas en comercio exterior de la expresa agrícola productora (dueña de miles de hectáreas de tierra de la que fueron expulsados sus pobladores, hoy trabajan en ella como jornaleros y jornaleras a sueldos míseros) buscaron el mejor momento para venderla.
Y ese momento llegó y la manzana surcó los mares en un gran buque frigorífico y llegó al pueblo de Blancanieves en un lugar del Norte desarrollado. ¡Pero la manzana estaba verde! No hay problema. Uno de los brujos de la factoría de alimentos capitalista roció con gas etileno la manzana y se hizo roja. La pobre pensó que maduró pero fue una pseudomaduración. Como no lo hizo en el árbol no absorbió bastantes azúcares para estar tan sabrosa como prometía su nuevo aspecto. Brillo: una capa de cera. Y ya está lista para pasar junto con otras manzanas a una caja plastificada de poliestireno, uno de los productos menos degradables y tóxicos de la historia de la industria química.
De ahí al gran súper. En las estanterías fue colocada por una reponedora con contrato de dos semanas de duración y con la prohibición expresa de sindicación bajo pena de despido libre y gratuito (no renovación).
Allá fue a comprarla en coche la madrastra, y se la llevó a la ingenua de Blancanieves. Cuando la mordió se tuvo que secar la cara con una toalla, tanta es el agua que contenía. No sabía a nada, ¡pero tenía un aspecto! Y Blancanieves que ya dormía el sueño del consumismo se quedó más dormida aún pensando que se había comido una manzana gratis (¡gratis!). Cuado llegó el príncipe y la vio postrada pensó que se había suicidado y entonces cogió el frasco de pesticida, el mismo veneno que utilizan para acabar con sus angustias los centenares de campesinos indios que se suicidad cada año arruinados por la globalización transgénica, y entonces… ¡Uy! perdón, ese era otro cuento.
En fin, que el Principe de Bequelar la vio dormida, no quiso despertarla y se fue al centro comercial a comerse una hectárea de selva y 2.400 litros de agua en forma de hamburguesa en el MacDonals.
Y así acaba la historia de la manzana del cuento. Una manzana que gracias a Wall Disney, Carrefour y otras multinacionales se convirtió en la manzana ideal. Ideal no para todos. En lo profundo del bosque, fuera de las cámaras de Disney, muchos enanitos y enanitas cultivan manzanas, tomates, maíz, trigo, arroz, con sus propias semillas, cultivan sin agroquímicos y venden sus productos en los mercados locales, saltando por encima de multinacionales y terratenientes. Juntos defienden su soberanía alimentaria, la nuestra, la de los lectores y lectoras preguntonas, las que les decimos a Cocacola, BP, Monsanto, Mango y compañía: “¡sssssssssssch! ¡No nos vengáis con cuentos! A partir de ahora los cuentos los escribiremos nosotr@s”.

"Francisco Rodríguez es del Grupo Soberanía Alimentaria y Género"

2 comentarios:

K@ri.- dijo...

APLAUSOS!
muy muy buen post, muy buen "CUENTO" la realidad de todos!
miles de besos y que venga un hermoso fin de semana!

TORO SALVAJE dijo...

Genial.
Buenísimo.

:)

Besos.